Navidad y Movimientos del Evangelio

En 2009, Mónica comenzó sus primeros viajes al campo después de recibir un llamado a Asia Central. El pueblo afgano ha sufrido de guerra por varios años, pero al conocerlos, Mónica vio más allá de eso y se enamoró de la cultura. Aunque los afganos no tenían mucho cuando la invitaban a sus casas, le ofrecían el mejor asiento y el plato más grande de comida. Cuando Mónica terminaba de comer ellos le volvían a servir más comida porque de esta manera honran a los invitados en su cultura.

Desafortunadamente, el gobierno encontró cierta actividad en su pasaporte sospechosa y le advirtieron de no regresar. Mónica en ese momento fue obligada a irse. Sin embargo, esto no la detuvo. En 2010, Mónica comenzó su primer grupo de oración. Este mismo consistía en un pequeño grupo de personas que se reunía una vez al mes para aprender y orar por los afganos.

En 2021, después de 11 años, el grupo de oración de Mónica se expandió y en lugar de reunirse mensualmente, comenzaron a tener llamadas de oración diarias. Las cosas comenzaron a cambiar y cuando Mónica y su equipo recibieron la noticia de que los refugiados afganos serían enviados a México, ella sabía que quería ayudarlos. Mónica había pensado que su llamado era ir hacia donde estaban los afganos, pero Dios tenía otros planes, envió cientos de afganos directamente a su puerta y ella estaba preparada.

Comenzaron a ayudar a los refugiados con primeros auxilios y luego programaron días para llevarles suministros esenciales. Mónica y su equipo les llevaban comida, recursos e incluso juguetes para que los niños afganos pudieran jugar. En estas visitas, Mónica siempre se aseguraba de cuidar su testimonio, vistiéndose y actuando siempre de manera respetuosa ante su cultura. Sabía que esto abría una puerta para acercarse a las mujeres afganas.

Muchas ONGs no sabían cómo interactuar con los afganos. Algunas personas les decían a las mujeres afganas que no debían preocuparse y que se quiten el velo de la cabeza. Mónica les contestaba diciendo:

"¿Por qué quisieras quitarles el velo de sus cabezas? Es parte de su identidad y su cultura. Si quieres acercarte a estas mujeres, no se lo tendrías que quitar, sino que tú tendrías que usar uno".

 

Mónica sabía que estas personas habían perdido todo lo que alguna vez conocieron. Eran extraños en una tierra extranjera y aunque estuvieran más seguros en México, era inevitable que extrañen sus hogares.

Un día, Marcos, un hombre que también amaba mucho a los afganos, se acercó a Mónica y le dijo:

"Mónica, ¿qué te parece si organizamos una cena de Navidad para todos los refugiados afganos? Pero podemos hacerlo honrando su cultura, organicemos todo para que sientan que están en Afganistán nuevamente. Tendremos comida afgana, música afgana y ropa afgana con algunos detalles Mexicanos”.

"Y para que esto signifique mucho más que solo una cena de Navidad, me gustaría invitar a unos pastores afganos, Ahmed y Malika. Quiero que los afganos conozcan a Jesucristo sin ninguna barrera con otro idioma".

Mónica se sintió asombrada por esta oportunidad para conectar con los refugiados y compartir el evangelio. Ella y su equipo ayunaron y oraron durante dos semanas.

Cuando llegó el día, se presentaron 200 afganos. En total, se habían invitado a 300 afganos, pero como se hizo en un viernes, el día en que los musulmanes van a la mezquita, muchos no pudieron ir. A medida que la gente iba entrando, sus ojos se agrandaban al observar la mesa de postres, las decoraciones y el enorme árbol de Navidad.

Las personas empezaron a sentarse mientras sonaba música afgana de fondo. Todos se sorprendieron por la cantidad de preparativos que habían hecho. Cuando salió la comida, muchas personas le dijeron a Mónica:

“¿Cómo lo lograste? Sabe igual que en Afganistán".

Así como ellos siempre nos honraron como invitados, así nosotros los honraremos a ellos, pensó Mónica. Cuando terminaban de comer siempre venía alguien para volver a llenar sus platos vacíos. A los niños se les permitió jugar y bailar después de comer. Mónica sintió una enorme bendición de poder regalarles esto. Pasaron varios meses donde se fue construyendo un respeto mutuo entre Mónica y las familias afganas para que sientan que sus acciones eran siempre genuinas.

Después de comer, Ahmed y Malika se presentaron usando ropa tradicional afgana. Luego comenzaron a saludar a todos en farsi, su lengua materna. Todos miraban a Ahmed con curiosidad, esperando lo que estaba por suceder.

"Sé que los regalos son maravillosos, pero lo que viene es lo más importante aún", dijo Ahmed.

En ese instante comenzó a sonar el himno nacional afgano y todos se pusieron de pie para cantar. Todos sus rostros se quebrantaron mientras lloraban. Estaban recordando todo lo que habían dejado atrás. Mónica sintió una emoción indescriptible al ver la expresión de todos.

Cuando el himno terminó de sonar, la habitación quedó en silencio y Ahmed volvió a hablar por el micrófono.

"¿Por qué celebramos la Navidad hoy? Bueno... en realidad estamos celebrando el nacimiento de Jesús". Todos miraron atentamente a Ahmed, con curiosidad.

Mónica sabía que en ese momento el Espíritu Santo se estaba moviendo entre las personas. Esto fue el primer paso para abrir nuevas puertas y poder compartir más con ellos.

Ahmed terminó de explicar la historia de Jesús en farsi y, después de orar, les dijo a todos: "Tenemos algunos regalos para ustedes. Si desean saber más, también tenemos Biblias en farsi. Si alguien quiere llevar una, acérquese y tomé una Biblia, pero si no lo desean, déjenla para que alguien más pueda tenerla". Mónica en ese momento se quedó sorprendida al ver que cada persona en el cuarto se levantó y tomó una Biblia.

Después de eso, muchas mujeres afganas se acercaron a Mónica y la abrazaron con gratitud. "Después de todo nuestro dolor y sufrimiento, hemos podido sentir que estamos de vuelta en nuestro hogar, Afganistán", dijeron. Mónica se sentía muy contenta de cómo su equipo había logrado honrarlos. Este era solo el primer paso para compartir el evangelio. Al finalizar la cena, Mónica les dijo a todos que habría un seguimiento para aquellos que quisieran saber más.

Al día siguiente, 40 personas se presentaron. Dividieron las mesas entre mujeres y hombres, y Ahmed y Malika compartieron más con todos. Las mujeres, hombres e incluso los niños se mantuvieron sentados durante 4 horas, escuchando y prestando mucha atención a todo lo que se decía.

Ahmed y Malika luego dieron informes y dijeron: "Todos están abiertos a escuchar más sobre el evangelio. Después debemos seguir con un discipulado, pero ellos tomarán la decisión de si quieren o no. Por ahora, solo necesitamos seguir compartiendo tanto como podamos".

Así que el día siguiente los invitaron nuevamente para escuchar más. Cuando Ahmed le dio otro informe a Mónica, ella se conmovió. "Las mujeres están muy agradecidas por todo lo que has hecho por ellas", dijo. "Están agradecidas por cómo las has amado, les has dado esperanza y las has animado a seguir adelante. Dijeron que encontraron una familia contigo y con tu equipo". Esto creó la oportunidad para que Mónica les dijera a los afganos:

"Somos cristianos y estamos aquí porque Dios nos ha enseñado a amarlos como él nos ama a nosotros".

Todo esto hubiera sido muy difícil de hacer en Afganistán. Como sabemos, predicar el evangelio está prohibido y compartirlo se penaliza con prisión o incluso con la muerte, pero ahora se ha abierto una puerta para seguir compartiendo acerca de Jesús. Las iglesias en México están comenzando a interactuar con los refugiados afganos y sabemos que Dios está moviendo los corazones de las personas.

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